Aunque Laxeiro no milita activamente en ninguna iniciativa revolucionaria, al contrario que sus compañeros Maside, Colmeiro y Seoane – miembros de diferentes grupos marxistas -, también muestra un gran interés por las clases populares y su cultura. Así, recurre a conceptos, temas, prácticas y fórmulas plásticas del pueblo. El carnaval prohibido durante años por la Dictadura, representa el cuestionamiento, en forma de representación satírica, de las autoridades, eclesiales y políticas. Desde el medievo, y a partir de experiencias cómicas clásicas como las Saturnales, se configuran una serie de representaciones que se perpetúan hasta nuestros días, como una subversión de los autosacramentales y las escenas de la pasión. Artísticamente, ha sido un motivo muy recurrente para los expresionistas españoles, desde Goya hasta Solana y Ensor, pasando por el esperpento literario. En este grabado, seis jóvenes enmarcan y portan un monigote crucificado. Mediante una composición en V, enfatiza la sensación de movimiento destacado la sucesión de cabezas y palos. Utiliza una línea descompuesta en mil variantes menores, enturbiando la representación y al mismo tiempo generándola. En este caso, a diferencia de lo que es habitual en su obra, el grabado trasluce cierta preocupación por la descripción espacial, generando el espacio mediante la representación de las figuras en diferentes planos. El dibujo, sencillo, responde a la técnica de la caricatura. La introducción de un personaje que mira directamente al espectador, y saluda con la mano, añade una mayor espontaneidad, al tiempo que nos implica en la farsa.
La escena en cuestión, podría ser la imagen del muñeco o Pascua aún, hoy día, utilizado como objeto de rivalidad entre los barrios de algunos pueblos, o podría ser una escena de las representaciones satíricas pseudoreligiosas que encontramos en carnavales como el de Verín (Ourense). Como él mismo comenta en la pieza teatral Juguete Trágico, "como general del Carnaval que he sido en la tierra, los demonios del infierno se pondrán a mis órdenes y les ordenaré que el alma del Profeta sea escupida por todos los condenados y después la frían en la sartén de los tormentos cien años seguidos". En el homenaje que el colectivo Atlántica le dedicó en 1981, "Erase unha vez Laxeiro" - Vigo, destacan su valor como nexo de unión entre la vanguardia artística del siglo XX y la tradición gallega.