Esta obra de 1997 también pertenece al ciclo de pantallas: superficies inmensas proclives al vacío, donde se expande la nada y la luz es la gran protagonista, aportada por un intenso cromatismo. Estos grandes espacios en los que Din Matamoro desarrolla su propio universo son la captación abstracta del tiempo y el espacio.
En esta época se aprecia la estrecha relación del artista con el mundo del cine, otra de sus grandes pasiones. El propio título de la obra Cine Vacío, hace referencia a esta gran influencia. El artista comenta al respecto: "Me siento como pez en el agua dentro de la oscuridad de las salas de cine, es mágico el tiempo que se espera hasta que surge el flash de la luz sobre la pantalla (...). El cine me arrastra al pasado, me ayuda a no olvidar y engaña a mi tiempo, gran parte de mi obra le pertenece".
En este lienzo, una superficie plana de color verde, es atravesada verticalmente, por una línea de luz intensa, similar a la que aparece en las pantallas de cine, en el momento de encenderse: "Algunas veces, cuando salgo del pequeño agujero del tiempo que es mi estudio, surge una raya en mi mente y a veces hasta me cuesta hablar". Matamoro compara las salas de cine con su propio estudio y se sumerge en ellas para poder hallar la luz que luego traslada a sus cuadros. Llega incluso a pintar en la misma sala de proyección.