Conversa

Esta obra pertenece a la etapa de los años cuarenta, cuando Seoane comienza a interesarse por el óleo, pues, hasta el momento, su faceta artística más destacada había sido la del grabado. En esta obra, por ser una de las primeras, se aprecia una pintura muy matérica, donde todavía se evidencia el trazo vigoroso con el que recalca los perfiles de la forma, aunque ya se vislumbra el camino hacia un lenguaje más abstracto.

  • Luís Seoane
  • 1946
  • Pintura
  • Óleo sobre lienzo
  • 590
  • 70 x 100 cm
  • Colección de Arte ABANCA

 Esta obra pertenece a la etapa de los años cuarenta, cuando Seoane comienza a interesarse por el óleo, pues, hasta el momento, su faceta artística más destacada había sido la del grabado. En esta obra, por ser una de las primeras, se aprecia una pintura muy matérica, donde todavía se evidencia el trazo vigoroso con el que recalca los perfiles de la forma, aunque ya se vislumbra el camino hacia un lenguaje más abstracto. Las figuras se construyen con fuertes pinceladas empastadas, de colores terrosos y grises, y se ven delimitadas por un grueso contorno que da lugar a voluminosas siluetas. Estas formas, de un afán casi escultórico, tratan de ser un símbolo de Galicia, la mujer como Mater Gallaecia y prototipo del pueblo gallego, un tema que se convertirá en una constante en su producción. Estas imagénes robustas, magestuosas, se acercan a la concepción de la estética del granito, que comparte en sus comienzos, con artistas de su generación, los denominados Renovadores, entre los que se encuentran Laxeiro, Colmeiro o Souto. Las figuras, silenciosas y atemporales, conservan la esencia popular. Son mujeres silenciosas que, reunidas, esperan a sus maridos. Unas inquietas, otras absortas y pensativos, son representadas como el reflejo de su tierra, de su pueblo y su tradición. Simbolizan a la Galicia trabajadora y sufrida, luchadora, pero al mismo tiempo resignada a su destino de miseria y explotación. Seoane está siempre pendiente de transmitir los acontecimientos que lo rodean, el sentir de su pueblo, y las mujeres serán protagonistas de numerosas obras, por ser las sustentadoras de un pueblo que se queda sin hombres por culpa de la emigración: "Galicia é un home que marcha, que emigra... o home soio músculos que marcha, de Rodin, o home soio fame que marcha, de Giacometti". La base fundamental de la temática de su obra es Galicia, manteniendo siempre el compromiso con su pueblo.

    Del Románico, toma también la manera de componer y de generar espacio. Las composiciones, ya desde un principio son planas. La tridimensionalidad no le interesa tanto como el color y la forma, y la genera mediante el tamaño de las figuras. Aparece un pequeño atisbo de paisaje en el mar, tan típico de la geografía gallega, que coloca al mismo nivel que la tierra, como fruto de ese rechazo por la tercera dimensión y por otorgarles a ambos la misma importancia. Los colores terrosos, grisáceos y de tonalidades tristes, son reflejo de un clima y un paisaje húmedo, y quizá también de la morriña y el carácter que acompañó siempre al artista.