Después de profundizar en la idiosincrasia canaria como referente temático para sus obras, millares centro su investigación en la superficie, la técnica y la materia. Sus indagaciones formales le llevarían a combinar materiales insospechables, como la arena, las cuerdas, la cerámica fragmentada o la madera, que trabaja sobre unas arpilleras perforadas y alteradas. Millares desgarraba con intencionalidad la tela para romper el formato del cuadro al dejar al descubierto el espacio oculto. Su paleta de colores quedó reducida casi exclusivamente al blanco, al rojo y a un predominante e intenso negro, mostrando la simbología cromática del binomio muerte-vida salpicando la tela por el rojo teja de la sangre. Cuadro 178 recoge estas características de su peculiar lenguaje, con un tratamiento de las superficies que alcanzan casi volúmenes escultóricos de una gran fuerza expresiva. Su obra se convierte en impactante y violenta para el espectador que la contempla. No hay que olvidar que uno de sus textos más importantes lleva el título de Destrucción-construcción de mi pintura. Este término antagónico explica la esencia de su capacidad creativa, siempre a la vanguardia de la creación plástica que le convirtió en una de las figuras clave en la modernidad del panorama artístico español.