En su producción artística, tan variada en formas y temas, uno de los asuntos más recurrentes será la representación de la mujer. Los desnudos femeninos donde se representa una mujer tocada con una mantilla, semejantes a éste, serán abundantes en su obra. Se trata de figuras plenamente conseguidas, con un volumen y peso ajustados, y una corporeidad llena de vida, lograda mediante la vibrante pulsión del trazo. El negro cobra una especial importancia, ensuciando los colores, que ganan en brillo gracias a las pinceladas espesas, que crean una superficie densa y matérica. La gama cromática se reduce a colores terrosos, pero consigue crear un contraste entre el color pardo del fondo y las tonalidades claras de la figura, resaltando el blanco de la mantilla que es el mayor foco de luz del cuadro. Con esto logra destacar a la figura y acercarla a un primerísimo plano, siguiendo una línea bastante clásica en la composición. Las texturas sobrias de las pinceladas terrosas y negras se imponen como caractrística dominante, y ponen de manifiesto su tendencia hacia un expresionismo, todavía taimado. Las nuevas tendencias de la época, no pasaron desapercibidas para Souto, que las asimila de forma muy personal, para crear un lenguaje propio. Iconográficamente recuerda a las mujeres andaluzas de Romero Torres, pero el desnudo, la pincelada y el protagonismo que concede a la línea de contorno, dotan a la imagen de una modernidad muy superior a la del andaluz. La tendencia a la vanguardia y la búsqueda de un estilo personal, es una de las principales características de los artistas del grupo de los Renovadores, que trataron de dar un impulso al arte gallego, pero sin perder las particularidades de su propia tradición.