Después de la caza

En el discurrir de la trayectoria artística de Sotomayor se produce la convivencia de dos modos expresivos, definidos formalmente según se acerquen más o menos al academicismo. Su trabajo se centra, principalmente, en el retrato, de gran éxito entre las clases pudientes de la época.

  • Fernando Álvarez de Sotomayor
  • 1940/45
  • Pintura
  • Óleo sobre lienzo
  • 44
  • 133 x 158 cm
  • Colección de Arte ABANCA

Se trata de una obra tardía, realizada en torno al año 1940. En el discurrir de la trayectoria artística de Sotomayor se produce la convivencia de dos modos expresivos, definidos formalmente según se acerquen más o menos al academicismo. Su trabajo se centra, principalmente, en el retrato, de gran éxito entre las clases pudientes de la época. El crecimiento que experimenta la burguesía a partir de la Revolución Industrial, lleva a los miembros de esta nueva clase a la asimilación de comportamientos aristocráticos que son símbolo de prestigio. Uno de ellos era el coleccionar obras de arte, consideradas un artículo de lujo.

La obra muestra a una familia representada de medio cuerpo, y sentada ante un paisaje tras una jornada de caza. El retrato de caza es un tema clásico del arte español. Velázquez lo cultivó en la corte de Felipe IV, y Goya lo hizo un siglo más tarde, con los personajes de la corte borbónica de Carlos III y otros nobles de la época. La influencia del primero se trasluce en la paleta empleada, que se enriquece en este cuadro junto a motivos propios de la pintura inglesa de mediados del XVIII. Esta obra de composición equilibrada de carácter triangular, centrada a partir de la figura femenina, y apoyada en los otros dos personajes, adolece de un cierto neorromanticismo. A pesar de la fidelidad a la realidad, que le lleva a detenerse en la representación del más mínimo detalle, reviste a sus modelos de un halo de dignidad y grandeza, signo de su condición social. El detallismo de las figuras y del primer término se contrapone a un fondo, concebido como telón, en el que representa un paisaje difuminado, donde da rienda suelta a sus influencias sorollescas en la pincelada ligera y el uso de la gama cromática. Frente a la calidez del color en los modelos, el paisaje se tiñe de azules y morados reflejo fiel del ambiente norteño.

El número de cuadros, con esta misma temática, es abundante, obras como Diana cazadora (1945) y el Retrato de la Marquesa de Salinas de caza (1942) redundan en las soluciones que adopta en esta pintura.