La mitología es un tema habitual en Isidoro, en parte porque era tratado en profundidad en las Academias de la época. No obstante, hay que apuntar el desierto de oportunidades formativas de finales del siglo XIX en Galicia, engrandeciendo si cabe, el mérito de los artistas que desarrollaban y evolucionaban de manera fundamentalmente autodidacta, compartiendo opiniones en las tertulias y experimentando ellos solos lo que la sociedad y el tiempo que les había tocado vivir, les permitían.
En este dibujo se represente a Dios Baco adolescente, que eleva sus ojos y brazo derecho al cielo. En su mano sostiene un racimo de uvas, en actitud oferente. Isidoro lo sitúa de pie acompañado por una pequeña pantera a su izquierda, que come los racimos que brotan de la vid. Baco o Dionisio era para los griegos el protector del cultivo de la vid, del vino y en general, de la fermentación y la vegetación. A través de la ebriedad y del éxtasis de la danza, ofrecía a los hombres una sensación de libertad ilimitada que los desvinculaba de las preocupaciones diarias. Por eso también era llamado "el que libera los males" siendo un dios muy venerado.
El tratamiento del cuerpo de Baco es excelente en sus formas y proporciones, pudiendo adivinar en él sus músculos gracias al detallismo y el profundo conocimiento que tenía Isidoro Brocos de la anatomía humana. Sobre los hombros, lleva una piel siguiendo los dictados académicos que representan con este atuendo al Baco juvenil. Sin embargo, Brocos no dibuja los atributos característicos y recurrentes del dios en el mundo académico del Arte, como son la taza y el tirso.
La figura está iluminada por la izquierda, proyectando sombras. El eje de la figura parte del hombro derecho para terminar en la punta del pie izquierdo donde descansa el peso.