Dolce far niente

Regoyos recoge en esta escena contemplativa los preceptos y novedades que la fotografía empezaba a introducir en el mundo de la pintura. La inmediatez de la fotografía influyó sobre el esquema visual pictórico, que tendía a sintetizar en una única imagen todo un conjunto de percepciones.

  • Darío de Regoyos
  • 1885
  • Pintura
  • Óleo sobre lienzo
  • 1816
  • 122 x 76 cm
  • Colección de Arte ABANCA

En 1886 Regoyos comenzó a pintar su serie conocida como La España Negra, unos óleos de temática triste y simbolista que alternó durante toda su vida con otros de gran colorido y luminosidad. Tal es el caso de esta obra, pintada en Zaragoza un año antes, y que lleva el sugerente título de Doce far Niente (El dulce no hacer nada). Regoyos recoge en esta escena contemplativa los preceptos y novedades que la fotografía empezaba a introducir en el mundo de la pintura. La inmediatez de la fotografía influyó sobre el esquema visual pictórico, que tendía a sintetizar en una única imagen todo un conjunto de percepciones. La técnica fotográfica logra introducir al espectador en el cuadro hasta convertirle en un furtivo observador o voyeur. Gracias a sus efectos de luz y cromatismo, llena de detalles, donde las figuras humanas son eclipsadas por el entorno y al mismo tiempo, por la sensación de inmediatez, tuvo un gran éxito en el extranjero. Pero, contrariamente, en su presentación en España apenas logró captar la atención de la crítica. Es una pintura extraña en su producción, ya que a Regoyos no le gustaba representar la luz del sol, pues afirmaba que era absurdo “pretender pintarla”.

 

Texto extraído de: GARCÍA LUSA, S. (coord) (2008) Colección Arte XX, Museo de Bellas Artes de Bilbao [p. 36]