Eidos de Rosalía

En la pieza concreta Eidos de Rosalía (que llega a ocupar cuatro metros cuadrados de espacio), las siluetas circulares de los árboles interactúan con las líneas intermitentes de los surcos de la tierra y las tramas que conforman otras fincas colindantes ayudando dinamizar la composición general.

  • Antón Lamazares
  • 1996
  • Pintura
  • Mixta sobre cartón
  • 291
  • 207 x 196 cm
  • Colección de Arte ABANCA

La histórica compartimentación minifundista del territorio gallego ha generado estos idiosincráticos microespacios, especialmente reconocibles desde el aire, que suelen delimitarse con un cambio natural de vegetación, una tapia, un muro o una valla, troceando la Tierra, desde el monte al mar. Consecuentemente, a su idioma, forzado por foros centenarios, nunca le ha bastado con nombrar solo el campo y por eso ha inventado múltiples términos con los que referirse a él, como parcela terreno, horta, veiga, leira, eido agro... o simplemente lugar. «Gracias do lugar» fue precisamente el título que Antón Lamazares escogió para presentar en 1996 una serie de obras que plasmaban la característica división del suelo gallego desde una particular vista de pájaro.

Reunidas en dos grupos - Eidos de Rosalía y Eidos de Bama- esta treintena de piezas realizadas con técnica mixta sobre cartón y madera se realizan sobre soportes de diferentes formatos, como puede ser el cuadrado, la tira horizontal, la cruz, la forma escalonada... El lugar de la pintura queda así acotado dentro de los límites de un soporte sobre el cual el artista empieza inyectar su gracia sensorial: deslizando el pincel, arrastrando la espátula, rascando el cartón con la herramienta punzante, buscando en la paleta todos los matices posibles del verde como color predominante. 

En la pieza concreta Eidos de Rosalía (que llega a ocupar cuatro metros cuadrados de espacio), las siluetas circulares de los árboles interactúan con las líneas intermitentes de los surcos de la tierra y las tramas que conforman otras fincas colindantes ayudando dinamizar la composición general. Visto más de cerca, el lugar empieza a vibrar cuando se perciben estas motas doradas que se puedan suavemente sobre la superficie herbácea, o esas sueltas pinceladas azules que cruzan la parte derecha del terreno recordando aquellas floriñas do camposanto cantadas por Rosalía de Castro la percepción fugaz de que el trozo de paisaje ha sido capturada, y queda fija bajo el brillante barniz que otorga la protección al cartón y da lustre al cuadro punto que el material pobre reciba el mejor de los acabados quizá refleje algo en la relación que el artista establecido con su lugar de origen.

 

Iria Candela