El realismo patente en las obras de Rogelio Puente, llega al límite de recrear espacios con una fidelidad más propia de la fotografía que de la pintura. Los temas surgen de lugares bien escogidos, mostrando un gran interés por la arquitectura. Dentro de estos espacios, Rogelio Puente tiene cierta predilección por los interiores, reflejando su carácter intimista. Son espacios que parecen estar estancados, congelados en el tiempo, rompiendo con esta intemporalidad gran parte del realismo. Ejemplo de ello es el Congreso de los Diputados, donde el artista nos muestra un espacio atemporal al que parece no afectarle el paso del tiempo. Este tipo de espacios son los que más interesan a Puente, y nos los muestra tal y como son, sin alterarlos ni retocarlos. Procura, en todas sus obras, crear una atmósfera especial, propia del intimismo. Para ello, recurre al sfumato, diluyendo los contornos de los objetos, y evitando en la medida de lo posible, la línea negra del dibujo, que es sustituida por el propio color. Aquí, esa atmósfera se traduce en tonos dorados que se desprenden de la luz, procedente de las lámparas, y que provoca reflejos según las distintas calidades de los objetos. Con esta atmósfera dorada logra transmitir una sensación de calma y de calidez. Como pintor realista que es, se recrea en todos los detalles, describiendo con minuciosidad las molduras, el estampado de las telas, las alfombras, los cuadros, la escultura de la pared, etc., pero siempre sacando el máximo partido a las cosas, intentando hacer hablar a los elementos, pues, como el propio artista indica, parte de un mundo ya inventado y sólo pretende que los lugares que él recrea se expresen por sí mismos, transmitiendo alguna sensación al espectador.