A lo largo de sus viajes, Isidoro apunta todo lo que ve y le llama la atención, en este caso copia el Discóbolo de Mirón, que se encuentra en el Museo Vaticano."Mirón consigue con el Discóbolo la captación de movimientos en el momento de máximo desequilibrio del cuerpo, el instante en el que el atleta se dispone a iniciar el giro para soltar el disco, con el cuerpo contraído y apoyado en el pie derecho. Asombró a sus contemporáneos por la postura atrevida de un cuerpo en contorsión y tensión, pero los músculos son todavía planos y las facciones poco expresivas".
En la obra, Brocos, copia la situación, pero con un punto de vista novedoso ya que lo dibuja con un plano postrero, al contrario que el original. Por ello no vemos las facciones de su cara y sí su espalda, además del tronco de árbol que tiene tras de sí. Refleja la escena clásica con trazos tenues y firmes, con poca profundidad en el tratamiento de los músculos del atleta.
Al dorso realiza un apunte de una escultura clásica. Dibuja con trazos tenues, jugando con las luces y las sombras, a un hombre desnudo recostado sobre un jubón en el que penden unas sábanas que forman los pliegues tan característicos en las obras escultóricas de Isidoro.