Se trata de uno de los primeros paisajes de Lloréns, previo a sus viajes por Europa. De formato horizontal, sitúa en primer término unos árboles que se distinguen del conjunto y la vegetación propia de la orilla del estanque. Rodeada de vegetación vemos una arquitectura en forma de caserío de color blanco, siendo la única nota de color puro. En el plano del fondo, dibuja otra arboleda, con la que cierra el paisaje y fija el último término. De este modo, crea profundidad, a la vez que contrapone los distintos planos. El cielo unifica el conjunto, debido al punto de vista, muy bajo, escogido por el artista, que lo aprovecha para incluir así más elementos paisajísticos, al estilo de la escuela de Barbizon. Los tonos verdes y grises, y la vaporosidad de la pincelada, nos hablan de la atmósfera húmeda propia de Galicia, a la que Lloréns sacó el máximo partido.