Esta obra pertenece a ese grupo de paisajes surrealistas, denominados como «Paisajes Mágicos», datados en los diez primeros años de su estancia en Nueva York.
Esta obra pertenece a ese grupo de paisajes surrealistas, denominados como «Paisajes Mágicos», datados en los diez primeros años de su estancia en Nueva York.
Esta obra pertenece a ese grupo de paisajes surrealistas, denominados como "Paisajes Mágicos", datados en los diez primeros años de su estancia en Nueva York. Son cuadros con una superficie complicada, donde los elementos se combinan formando un todo, que aúna lo lejano con lo próximo y crea un mundo de efectos visuales y juegos ópticos. Son paisajes extraños, difíciles, que obligan a un visionado prolongado para poder aprehenderlos. En las obras de esta etapa, el fondo es el protagonista absoluto, y en él se representan todos los cuatro elementos: tierra, fuego, agua, y como elemento unificador y organizador, el aire. En este lienzo Granell hace una personificación del Río Sil, mediante formas onduladas, enrevesadas en tonalidades ocres, entre las que diferenciamos un rostro. Este ser informe, aparece destacado sobre un fondo de agua azul, con el que se funde. Es común que en esta etapa algunos títulos de sus obras evoquen lugares de su tierra, producto de la nostalgia que sentía por su país desde el exilio.