En esta obra, Nóvoa araña la superficie para crear la visión del espacio cromlech. A pesar de que algunos autores señalan como característico de su obra la ruptura con la tradición -suponemos que refiriéndose a la tradición pictórica gallega-, la elección del cromlech, un área dotada de la magia de ritos arcanos, remite a la presencia de la naturaleza y a la tradición de su tierra de origen. Este paisaje sintético, presentado a vista de pájaro, se crea a partir de incisiones sobre una superficie matérica y rugosa, únicamente "ocupada" por dos manchas de pintura negra y formas geométricas, que invaden el espacio sagrado megalítico. Con su particular propuesta formal, Nóvoa pretende acercarse de forma más profunda y veraz a la naturaleza, creando, para ello, representaciones abstractas, atemporales e impersonales con las que revelar la verdad última del mundo en que habitamos. Sin embargo el pintor no desaparece por completo de sus obras, en las que el espectador queda al margen del contenido último, pero intuyendo el componente subjetivo que mueve al artista en el acto creador.