Espejo del agua (1965) es una obra de un pleno Manuel Rivera Hernández (Granada, 1927 - Madrid, 1995). Quien, una vez adoptada -e investigado a fondo desde 1956- su novedosa técnica informal, el uso de la malla metálica, ha roto con todo. Primero con su ciudad natal, abandonada diez años ha, dejando olvidado su torvo localismo pictórico presidido por la irradiación decadentista del maestro Morcillo.
En un Rivera que en Granada, tras años de formación académica, ha conocido en 1948 a Sandra Blow (1), una pintora inglesa que viaja por Europa y cuyo horizonte es eminentemente abstracto. Blow es una artista que ha convivido con Burri el año anterior en Roma, y quien empuja a Rivera a sus primeras experiencias abstractas. nada sabemos documentalmente, salvo la existencia de una relación intensa, más es seguro que Blow mencionó el granadino a ese gran artista italiano que pintaba con asfalto. por si poco fuese, pocos años después, en Granada, 1954, se va a editar la que pasa por ser la monografía pionera en España de la abstracción, escrita por un amigo de Rivera, ambos unidos en la soledad de lo moderno, el filósofo Antonio Aróstegui, cuya cubierta es un Albaicín del pintor granadino.
Llegado 1965, Rivera ha pasado por las bienales de Sao Paulo (1957) y Venecia (1958), el MoMA y el Guggenheim han expuesto y comprado sus obras y, a través de un contrato firmado con Pierre Matisse, se prepara para dar el salto definitivo, su segunda individual en Nueva York, un año después de la realización de ese cuadro(3).. Precisamente “los espejos” será el título de la exposición(4) que se presenta precedida, en el catálogo, de un texto de Chuangtse:
La mente del hombre superior es como un espejo. Ni se mueve al moverse lo reflejado, ni se anticipa a ello. Reacciona ante las cosas, pero no las retiene; las refleja, las domina, y permanece aparte.
Artista de indudable arrojo, al tomar la decisión de un corsé académico granadino, mediados de los cincuenta, mostraba su personal modo de ansiar la modernidad. Su voluntad de convertirse en pintor abstracto fue una decisión tan meditada como radical y valiente, en el sentido de ser tomada al modo de un salto en el vacío, sin vuelta atrás ni vacilación alguna. una decisión solitaria, evocadora de la soledad del despertar de Gregorio Samsa, el personaje de Kafka en La metamorfosis que impresionado terriblemente -en sus palabras- al artista granadino: “de algún modo vislumbro en esta novela un cierto paralelismo entre la situación que describe y el momento que estaba viviendo”(5). Decisión de extraordinario mérito si tenemos en cuenta fue hecha desde la antes citada formación tradicional en los centros artísticos, y en ambiente, de una asfixiante Granada natal. Ello se hizo, además, en un clima desesperanzado para la creación como lo era el de la posguerra española, haciendo bueno su aserto vindicador de la integridad, ese arriesgarlo todo por nada.
En 1956, se ha narrado muchas veces, contemplando un escaparate de una ferretería en la que las herramientas propias de este establecimiento pendían de una malla metálica, formando un mágico vitral en el que dichos objetos parecerían sobrevolar el espacio, advierte las posibilidades que para la creación artística tiene la malla metálica:
[...] La materia, es decir la tela metálica, se me convierte en un soporte, y trabajo sobre el como en el lienzo. Pinto formas con una pintura muy espesa, que me dan un espacio real. Las formas se quedan flotantes. Pero veo que hay un contrasentido entre lo opaco de lo pintado y la transferencia del fondo. Esto da lugar a que, un día, en vez de poner pintura, recorte un trozo de tela metálica y, a modo de collage, lo ponga sobre el fondo. De modo que es la misma materia con mayores o menores grosores. Queda así definida mi manera de hacer. durante este primer periodo actúo sobre un solo plano. Un bastidor de hierro o de madera sobre un solo plano [...], después me invento un bastidor de unos cinco o seis centímetros de anchura, lo que me permite manejar dos planos. Empieza así el juego de la luz y del espacio.
Sobre el uso de este nuevo material habló Manuel Rivera en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (6) destacando su interés por “la utilización de materias inéditas que diesen una dimensión y un nuevo sentido de la composición y de la representación espacial. Comenzaba un descenso a los infiernos”.
Espejo del agua (1965) realizada entre los meses de enero y febrero de 1965, pasa el depósito de la galería Juana Mordó el día 23/02/1965, siendo adquirida por industrial y coleccionista tejano Stanley Marcus(7) el 06/051965.
Rivera abordó durante toda su producción el tema del espejo; hombre moderno, homenajeador de Ingmar Bergman en su Metamorfosis de 1961, halla en uno de los emblemas de la modernidad, el cine, algunos de sus éxitos personales. Niño que jugaría a construir escenografías, en el cine Regio de Granada conoce a su mujer. Yendo al cine se produce el consabido -y tantas veces narrado- encuentro con las mallas metálicas vaticinadoramente suspendidas en el aire del escaparate de la ferretería; también en el cine ha visto impresionado Orfeo Negro (1959) de Marcel Camus. Es el año mismo en que subtitula una de sus metamorfosis Orfeo, cómo subtitulará, en las mismas fechas, otra Euridice. A pesar de la visión contemporánea que se ofrecía del mito en esta película, es preciso preguntarse si la evocación del mito clásico pudo plantear atractivos interrogantes al artista. pues Orfeo, es sabido, atraviesa el azogue del espejo, que parece ser una blanda materia y que, como el espejo de la maravillada Alicia, se puede traspasar camino de ignotos mundos infinitos. Orfeo desciende al infierno de las sombras: allí cantará por Euridice y rogará sea devuelta a la vida. En definitiva, Metamorfosis (Orfeo), la obra que pudo inspirarse en el cine (otra suerte de espejo de la realidad), se convertiría así en el primer espejo de la producción del artista granadino. Un año después, una de sus metamorfosis llevará el subtítulo de Espejo, precisamente la que se halla en la colección del neoyorkino Solomon R. Guggenheim Museum. En 1961 otra será subtitulada como Imagen en espejo. Un espectro en el espejo aparecerá acompañando el título de otra metamorfosis en 1962.
A partir de este instante, los títulos vinculados a espejos recorrerán incesantemente la producción de Rivera. Pasarán de ser una equivocación pasajera a convertirse en obsesivo corpus de su obra. Apenas en un año, espejos: antiguo, del viento, dormido, embrujado, herido, mágico, oscuro, roto... Rivera defendió siempre la importancia del valor en la creación artística, escribiendo, redundando, en 1959 que “la integridad está en arriesgarlo todo por nada”. Su trayectoria fue buena prueba de ello.(8)
Alfonso de la Torre
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- Sandra Blow (1925-2006), viajera impenitente que se hallaba en esas fechas en Granada, llegaba a Andalucía desde Roma, en donde el año anterior había convivido con Alberto Burri. Blow fue una pintura abstracta de tendencia silente y constructiva, collagista que utilizo en ocasiones arpilleras, ala que la Tate St. Ives dedicó una retrospectiva en 2002: “Sandra Blow. Spaces & Matter”. Como no podía ser menos Rivera reconoce sus memorias (Manuel Rivera, Memorias 1928-1971, Diputación de Granada, “Los libros de la estrella”, nº 30 Granada, 2007) la inquietud que le causaron las enseñanzas de la inglesa. Es precisamente tras este encuentro cuando Rivera reseña sus memorias que se comienza a dibujar por primera vez, en el segundo semestre de este 1948, formas geométricas puras en una superficie. Obras que no se han conservado. Será en 1950 cuando hallemos la primera abstracción de la que tenemos noticia. En 1958 Rivera volverá a encontrar las pinturas de Blow, ya casada con el abstracto Roger MIlton (1911-1975), en la bienal de Venecia en la que coinciden.
- Antonio Aróstegui, El arte abstracto, Ediciones CAM, Colección Idearium- Ideas y problemas actuales, Granada, 1954.
- Rivera había mostrado ya sus obras en 1960 en otras dos ocasiones anteriores en esta galería: Pierre Matisse Gallery, “ Four Spanish Painters: Millares, Canogar, Rivera, Saura” ( New York, 15 de marzo- 9 de abril 1960) y “ Manuel Rivera. Recent Paintings”, New York ( 6-23 de diciembre 1960).
- La exposición se mostraría previamente en la galería Juana Mordó, Manuel Rivera “ los espejos” ( Madrid, del 4 al 19 de febrero de 1966) y, en el otoño de ese mismo año, en Pierre Matisse Gallery, Manuel Rivera, “ los espejos”, Nueva York del 8 al 26 de noviembre de 1966.
- Diputación Provincial de Granada, Manuel Rivera, Ibíd. s/p, p. 39
- 10/06/1985
- Harold Stanley Marcus (Dallas, 1905-2002). Con ocasión de la subasta de su legado, se señalaba en el catálogo de Sotheby’s 2002, “an insightful and forward-looking collector and generous lender whose contributions to exhibitions helped bring notice to the world of Latin American Art during the 40s, 50s and 60s.” (Sotheby’s To Offer Property From The Estate Of Stanley Marcus Fall 2002).
- Manuel Rivera, “La tela de Araña”, Papeles de Son Armadans ( Madrid- Palma de Mallorca) (abril de 1959), año IV, tomo XIII, nº XXXVII.