La composición de esta obra alude directamente al título de la misma. El hecho de que las imágenes aparezcan reflejadas en el epígrafe del título, surge de forma aleatoria en la obra de Granell, pero acabará siendo un elemento básico dentro de la estética surrealista, apareciendo en muchas de sus composiciones. Los cuadros de Granell, son superficies activas, llenas de luz, color y movimiento, que nos provocan siempre un estímulo visual y un impacto conceptual. Este cromatismo potencia el barroquismo de las figuras, que a pesar de estar compuestas a base de planos esenciales, sus contornos perfilados, su exuberante colorido y el movimiento que generan, las dotan de tanto vigor que el espacio físico se ve desbordado. La composición, de gran sencillez, está formada por un único plano, de color azul, que actúa de telón y resalta a las figuras, dispuestas en un primer y único plano según una isocefalia de influencia teatral. La figuración es ambigua, participando del juego semántico que el artista propone en el título, siendo difícil discernir si nos hallamos ante figura antropomorfas asimiladas a la máquina o máquinas que adquieren un aspecto antropomorfo. El juego con la imagen y la presencia de la máquina son dos características claramente surrealistas en la línea de Duchamp y de Max Ernst, a cuya obra también recuerda la inconsistencia de las figuras como tomadas de las manchas aleatorias del suelo o de las paredes. Como esas imágenes que se esconden en lo amorfo y se nos aparecen como una revelación.