Matta está considerado como uno de los grandes pintores surrealistas, sin embargo, él nunca se sintió como uno de ellos, tanto por su pertenencia a otra generación como por su diferente trayectoria. Se puede decir que él fue adherido por Breton al grupo, ya que este vio en los dibujos de Matta algo que hacía tiempo él estaba buscando: la libertad plena. Matta realizaba unos dibujos cuyo proceso creativo estaba muy cerca de la escritura automática, y Breton, en 1937, cansado del virtuosismo pictórico de Dalí, saludó con alegría este tipo de aportaciones, que, como la decalcomanía de Óscar Domínguez, suponían un soplo de aire fresco para el grupo. Sin embargo, Matta fue más allá y no se ligó más de lo justo, ya que lo suyo era la libertad, tanto en su vida como en la ejecución de sus trabajos.
La obra de Matta está siempre viva, evoluciona, crece, sin atarse a nada, al igual que las formas que aparecen en sus obras. En Fleur de midi, la figura central, pese a estar fijada en un lienzo, mediante los recursos artísticos de Matta, está animada, viva y no permanece estática. El vigoroso, y al mismo tiempo volátil dibujo, las luces y los colores hacen que esta figura eclosione y continúe evolucionando, fluyendo sin fin ante nuestros ojos.