Esta obra pertenece al grupo de bodegones que Castillo hace en Nueva York, con la mesa, siempre presente, y los fondos planos sin profundidad. Los objetos, que centran la composición, están en un único plano y sus formas aparecen geometrizadas y sometidas al dibujo. Las galletas situadas sobre un frutero que parece flotar en el espacio del lienzo, son el pretexto del cuadro. Rodeando este objeto está el paño que da título a la obra, representado con un aspecto almidonado, volumétrico y escultórico, que sustituye la textura blanda propia de los paños convencionales.