En este grabado a tres tintas llamado "Ícaro verde" Antón Patiño nos hace una representación del mito griego de Dédalo e Ícaro. Éste nos cuenta la historia del padre y el hijo, que se encontraban retenidos en la isla de Creta por el rey de la misma, Minos. Este rey ejercía control sobre la tierra y el mar, por lo que Dédalo crea un plan para huir por el aire. Para ello, comienza a fabricar unas alas para él y otras para Ícaro, empleando plumas de ave y cera, que moldearía para crear su vía de escape. Una vez terminado el trabajo, Dédalo abrió sus alas y alzó el vuelo, enseñándole posteriormente a su hijo a hacer lo mismo y previniéndole: No debía volar demasiado bajo, pues el agua del mar mojaría sus alas y no podría volar, pero tampoco demasiado algo o el sol derretiría la cera de sus alas y se desharían.
Realizado ya un buen tramo de su camino, Ícaro olvidó el consejo de su padre y empezó a ascender. El sol ablandó la cera de sus alas y las plumas comenzaron a caer, por lo que no fue capaz de mantener el vuelo y cayó inevitablemente al mar. Su padre consiguió llegar a tierra, donde lloró la pérdida de su hijo y decidió llamar Icaria a la tierra cercana al lugar donde Ícaro había caído.