Seoane considera la ilustración un medio muy apropiado por su facilidad de difusión, y por su enorme fuerza comunicativa. Desde las primeras experiencias en Santiago, hasta sus brillantes actuacións en las editoriales argentinas, la tipografía y la ilustración le sedujeron durante toda su carrera. Entre 1936 y 1942 destaca su prodrucción de dibujos y grabados en madera y linóleo, y en 1938, colabora con la Editorial Losada, ilustrando Gas y Un día de octubre, de Aldous Huxley, y El muro, de Jean Paul Sarte. A partir de los cuarenta, colabora en la creación de varias editoriales.
Sus dibujos de esta época, están emparentados con los movimientos vanguardistas de los años treinta. Como es habitual en su obra, Seoane crea imágenes basadas en formas esculturales que se envuelven en sí mismas, como formas inertes, a la vez que orgánicas caracterizadas por oquedades que le dan forma, generando una particular arquitectura gráfica. Poeta muralista, evoca escenas representativas do pasado medieval de Compostela: o miniador, a meiga belida, a moza, o peregrino, etc., pero también de la Galicia de entonces, caracterizada por el ruralismo. Las figuras se caracterizan por el estatismo solemne, del que dota a los labregos y pescadores, derivado de las formas rotundas y redondeadas de la escultura románica, en la que se inspira. Los trazos del dibujo son plásticos, plasmados a partir de la autonomía de las líneas frente a los planos cromáticos. Recurre a grandes campos de color intenso con los que configura las anatomías, prescindiendo del modelado, pero sin por ello disminuir la vigorosa presencia de la imagen. A partir de la reducción de medios, logra los mayores efectos, sometiendo su lenguaje a un proceso de intelectualización que le permite depurar las formas para transmitir su mensaje de manera más directa.