Esta obra, pertenece a la última etapa de la vida del pintor. En estos años Rogelio Puente se encuentra en un momento de madurez absoluta y de reconocimiento de su obra. Los temas que representa, surgen de lugares bien escogidos de los cuales el artista hace su propia interpretación. Por esta época, realiza un ciclo dedicado a los invernaderos, espacios diáfanos muy propicios para el juego de luces y reflejos que tanto gustaba al artista. Son obras donde el reflejo de la luz cobra protagonismo, ya que con las transparencias y los brillos, Rogelio Puente nos ofrece una realidad diferente a la que se aprecia a simple vista, y esto es lo que realmente le interesa al pintor. Los reflejos de la luz sobre las cristaleras y sobre el agua, crean en esta obra una atmósfera especial, muy distinta de la real, a pesar de que plasma estos espacios con una fidelidad casi fotográfica. A diferencia de su pintura de etapas anteriores, en ésta, el color se aclara creando ambientes más luminosos que contribuyen al juego de luces, que capta el interés del espectador.