Kiss my eyes (with chairs) nos muestra, una figura femenina rígida, inmóvil, rodeada de un conjunto de catorce sillas vacías, superpuestas entre sí. Esta espectadora parece preparar o testimoniar una situación particular cargando en sí la tensión propia del momento. Desconocemos el contexto, más intuimos que puede tratarse de una situación que nos es de algún modo familiar, el momento inmediatamente después del desenlace de un acontecimiento que involucró, o pudo haberlo hecho, a un colectivo de intervinientes, de los cuales solo ha quedado una mujer, o el recuerdo de su presencia en aquel lugar y, tal vez de forma menos consciente, las necesidades de probar los límites de las posibilidades de esa recreación.
Mediante este dispositivo, el espectador es convocado para el desencadenamiento del recuerdo de un momento concreto. En un primer momento, mira/desea a la figura destacada, acabando por ser blanco de la devolución de su mirada, viéndose deseado. En una segunda instancia, aquello que configura un hecho diferencial a la situación es, no ya el reconocimiento del objeto deseado, sino la posibilidad de reconstitución de una memoria transgresora del propio acto de desear. Una memoria que enfrenta al sujeto con sus límites generando en él nuevas barreras que impliquen la edificación de un nuevo dispositivo mnemónico, para poder volver a conferirle límites y la necesidad de transferirlos. Es una obra que, en una primera lectura, nos apunta el sentido del territorio del deseo, en una segunda, nos enfrenta a una estructura intrínsecamente circular.