Nonell se interesó desde muy pronto por los ambientes marginales, gracias a su maestro Lluis Graner y a Emilie Zola, de quien fue fiel lector. Aunque utilizó gitanos como modelos de sus dibujos, fue a partir de 1901 cuando se convirtieron en el asunto central de su obra. Siempre representó a las mujeres gitanas sin tipismos o folclorismos, concentrando en una sola imagen todo el mensaje de desolación y de marginación social que deseaba transmitir, como ocurre en La Chaparro, representadas con la cabeza agachada, en actitudes pasivas y ausentes que probablemente trataban de reflejar su marginación social. De factura abocetada, estas obras están realizadas con una apagada gama cromática que poco resalta sobre un fondo oscuro. La gran maestría de Nonell reside en la identificación de esta escasez de medios cromáticos, compositivos y expresivos de sus obras con la pobreza con la que vivían las gitanas. Fue el pintor Ramón Casas (1866-1932) quien inspiro a Nonell este tema; pero frente a la gracia y la elegancia de las figuras de casas nos encontramos con la dureza y desolación de las de Nonell. En las exposiciones que Nonell realizó en las sala Parés en 1902 y 1903, las gitanas impactaron a la crítica y al público por su crudeza. Raimon Caisellas escribió en 1903 en La Veu de Catalunya: “Es la representación de la bestialidad humana más desgarradora y más sensible, para ser femeninos los que encarnan semejante degradación”. La Chaparro no estuvo presente en estas exposiciones porque Nonell terminó de pintarla en 1904, aunque si fue enviada por el artista al Salón de los independientes de París, sin duda una de sus citas anuales más importantes para la que seguramente eligió lo mejor de su producción.
Texto extraído de: GARCÍA LUSA, S. (coord) (2008) Colección Arte XX, Museo de Bellas Artes de Bilbao [p.42]