Durante los veinte años que duró su estancia en Méjico sus tendencias plásticas de Souto fueron muy variadadas, consecuencia de una constante búsqueda pictórica. El clima cálido de esta tierra, le lleva hacia una pintura sensual y colorista que marcará la obra de este período. La gama cromática se amplia a rojos, amarillos y azules intensos, que en esta obra siguen siendo manchados de negro. Su técnica pictórica deriva a soluciones formales tan esquemáticas que se aproximan a tendencias fauves, incluso rozando la abstracción. La pintura se libera de todo formalismo para dejar paso a la exaltación de la huella del pincel. Surge así un toque personal, pequeño y vigoroso, de múltiples matices y caracterizado por su densidad matérica, algo que será constante en las distintas tendencias de esta época. Los temas serán muy variados, y retomará representaciones de etapas anteriores como París, Nueva York o incluso Galicia.
Por otro lado, también se da una propensión a inventar escenarios, situaciones imaginadas o inspiradas en imágenes literarias, ya que cualquier tema es excusa o pretexto para una nueva creación pictórica. La derrota del caballero, pertenece a esta serie de escenas fantásticas, basadas en relatos de otras épocas, como la medieval, de las que incluso se desprende cierto aire de romanticismo. La composición es muy sencilla, basada en el desarrollo horizontal de las imágenes, que se disponen en tres planos sucesivos, en un efecto de origen teatral. Coloca un fondo telón, acentuado por la isocefalia de los personajes, sin animo de crear perspectiva ni profundidad y nos acerca a un primerísimo plano el elemento más importante, que es el caballero derrotado, destacado por medio de una gran mancha de luminosidad a la que se une el caballo. La disposición en semicírculo, alrededor del elemento principal, nos permite observar la escena en su totalidad e incluso hacernos partícipes de ella, como un personaje más.