A comienzos de la década de los noventa, Pamen Pereira realizó una serie de obras basadas en fotografías en color de hojas de colocasia suculenta que actuaban como soporte de la imagen, cuando no eran ellas las protagonistas absolutas de la obra. Se trata de fotografías en un primerísimo plano, en las que Pamen explota las posibilidades artísticas de la naturaleza más pura, monumentalizando las hojas, que aumentan su tamaño paulatinamente en favor de una mayor expresividad. El empleo de las fotografías le permite, eliminar la neutralidad del fondo, sobre el que dibuja o superpone motivos, que, como en La morada segunda, adquieren un toque mágico. En esta obra, representa con pan de oro la estructura de un interior, como si del esqueleto de un hogar se tratase -y así lo sugiere el término morada-, que en realidad remite a un espacio íntimo, interior y casi primigenio, tal y como sugiere la carnosidad de los nervios de la hoja.
Este tipo de obras, son fruto de una investigación formal, que la llevan a un progresivo abandono de la pintura como técnica, para crear obras figurativas que hablan un lenguaje diferente, donde la realidad más palpable, en este caso la hoja, se transforma en artificio. Para la artista este tipo de naturaleza es artificial, puesto que la manipulación del hombre ha hecho que no sea plenamente libre, salvaje, y la ha convertido en un producto cultural. Pamen trata de reparar el entramado que une al hombre con la naturaleza, y restablecer su relación. Este tipo de obras, no está exentas de un decorativismo y de un contenido oculto, que recuerdan, en parte a los simbolistas del XIX, y convierten a su autora en una simbolista moderna. Todo en su obra remite a su propia interioridad, como señaló José Ramón Danvila, "la pintura es un instrumento que la artista usa para reflexionar de lo humano y lo divino", pero sin reclamar al espectador un proceso semejante.
Pereira abandonó este tipo de trabajos con fotografía de hojas en 1996, para explorar nuevas técnicas y nuevos lenguajes visuales que le permitiesen seguir explorando y explotando su fértil mundo interior.