Domínguez reúne en la misma obra el surrealismo que había venido realizando hasta entonces con las nuevas formas que iban a aparecer en sus lienzos posteriores.
Domínguez reúne en la misma obra el surrealismo que había venido realizando hasta entonces con las nuevas formas que iban a aparecer en sus lienzos posteriores.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y tras intentar infructuosamente trasladarse a Nueva York, Domínguez permaneció en el París ocupado. Allí se relacionó con Picasso y con el poeta Paul Éluard, quienes se convirtieron entonces en los dos faros a seguir por el pintor. Picasso influyó poderosamente en su obra, que se desvió del surrealismo, y Éluard le introdujo en el grupo La Main à plume. Tras la guerra, apoyó a Éluard mientras se alejaba de Breton y del grupo surrealista. Al tiempo, participó en las exposiciones que realizaron los artistas republicanos españoles en Praga en 1946.
En La rêvuse se aprecia como la relación con el pintor malagueño fue más allá de la amistad. Así, en el lienzo descubrimos como las cabezas que sobrevuelan a la soñadora abandonan la sinuosidad en favor de las formas geométricas picassianas. En el cuadro se aprecia también una incipiente influencia de Chirico al inscribir la figura en un espacio metafísico dominado por la perspectiva renacentista, recurso que había rescatado el pintor italiano. La figura femenina aparece flanqueada por dos columnas clásicas que aluden, asimismo, a los preceptos metafísico que tanto influyeron a los surrealistas. En esta obra todavía no ha abandonado el surrealismo, como lo prueban el título de la obra y ciertos rasgos, como las telas transparentes que tanto recuerdan a Dalí. Domínguez reúne en la misma obra el surrealismo que había venido realizando hasta entonces con las nuevas formas que iban a aparecer en sus lienzos posteriores.
Texto extraído de: GARCÍA LUSA, S. (coord) (2008) Colección Arte XX, Museo de Bellas Artes de Bilbao [p.104]