El motor que impulsaba la creación de Tino Grandío, era la necesidad de encontrar una manera expresiva alejada del academicismo imperante en los ambientes peninsulares.
El motor que impulsaba la creación de Tino Grandío, era la necesidad de encontrar una manera expresiva alejada del academicismo imperante en los ambientes peninsulares.
El motor que impulsaba la creación de Tino Grandío, era la necesidad de encontrar una manera expresiva alejada del academicismo imperante en los ambientes peninsulares. Sus puntos de partida, fueron la tradición expresionista, que alimentó la llamada Nueva Figuración, a partir de los años 50, y la abstracción. De este modo, Grandío creó un lenguaje personal exento de enlaces superficiales con modas y corrientes. Frente a obras más abstractas, en este cuadro se ve una búsqueda detallada de la realidad. En él, continúa reflejando un mundo sinuoso de luz y color, pero habitado por seres tangibles, en este caso mujeres. El foco lumínico se sitúa a la derecha del lienzo, destacando una figura femenina, cuya silueta aparece contorneada por una línea que trasluce la trama de la tela. El artista valora la expresividad de las texturas, que va desde el tejido del cuadro, al grumo. La calculada impericia del oficio está plantedad como un recurso más contra la perfección de la factura que propugnaban desde las cátedras de la oficialidad. Crea mediante una tríada básica de colores: blanco, negro y gris, que se combinan y difuminan creando tonalidades de las que se sirve para componer los planos, sin huir de la bidimensionalidad. El efecto de esfumado generado por el color, le valió el calificativo de "perito en brumas". Compositivamente sorprende la presencia en primer plano de una mujer de espaldas. El recurso de incluir figuras laterales de espaldas, para incluir al espectador en las obras, fue muy empleado desde el siglo XVII. Grandío, lo dota ahora de modernidad, al situar a la mujer en el centro de la composición, rompiendo la claridad visual y narrativa del cuadro. Siguiendo la línea marcada en su trayectoria, la figura humana es despojada de naturalidad, convirtiéndose en un producto del espíritu.
Pese a su intención rupturista, la producción de Tino Grandío, termina adoptando un "academicismo de vanguardia", consentido y propiciado por el ambiente artístico predominante. Protegido por la crítica en la figura de Ramón Faraldo, contó con los mecenas Pablo Schabelsky y Pilar Rodríguez Soto, dueños de las Galerías Kreisler y Fauna's, y el apoyo incondicional de Manuel Sánchez Camargo, escritor de la primera biografía sobre el pintor José Gutiérrez Solana en el año 1945.