Lecho

En esta obra el artista superpone una ligera figuración insinuada con una línea negra a una sucesión vertical de bandas, más o menos regulares, de color, que van desde el azul añil, hasta el gris y el blanco.

  • Alex Creis
  • 2002
  • Pintura
  • Óleo sobre lienzo
  • 689
  • 170 x 190 cm
  • Colección de Arte ABANCA

Obra que supone una continuación de los preceptos artísticos cultivados a partir de los años cincuenta, donde la representación naturalista pasa a ser un complemento de una materia cada vez más expresiva. El uso del color y el significado que confiere el movimiento del pincel adquieren protagonismo frente a unas formas fantasmales que se confunden con el fondo. En esta obra el artista superpone una ligera figuración insinuada con una línea negra a una sucesión vertical de bandas, más o menos regulares, de color, que van desde el azul añil, hasta el gris y el blanco. De este modo recrea una vista de pájaro de la parada amorosa. Presenta una escena de cama sobre la se entrelaza una pareja. Frente a la tendencia a la verticalidad de la composición aparece potenciada la diagonal, conformado por la pierna de ella y el brazo del amante, y que confluye en un movimiento rotatorio, remarcado con la unión de las extremidades inferiores. En este espacio íntimo la sensación de pérdida de los referentes espacio- temporales de la realidad que lo rodea, es factible gracias a un uso adecuado de los diferentes recursos formales. Ampliando el detalle de la unión de los pies de los dos personajes podríamos hallar una cita peculiar de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel.

Creis aborda la materia desde diferentes metodologías. Así superpone el trabajo realizado con pinceles gruesos al grafismo nervioso semejante a la manera que tienen los niños de rellenar con lápices de color los dibujos. Retomando lo anteriormente dicho sobre sus referentes pictóricos, trasluce un interés hacia la simplificación de las formas, uso del dibujo rudimentario, con el fin de impulsar al máximo las sensaciones creadas por la visión del lienzo frente a la narratividad propiciada por la tradición pictórica clásica. Colores frios, únicamente interrumpidos por la presencia, que aflora por momentos, del rojo.