Este encuentro provoca un punto de inflexión en la trayectoria del artista, que encuentra en esta corriente grandes posibilidades de afirmación y exploración del mundo irracional y del subconsciente.
Este encuentro provoca un punto de inflexión en la trayectoria del artista, que encuentra en esta corriente grandes posibilidades de afirmación y exploración del mundo irracional y del subconsciente.
En el año 1929 Buñuel llamó a Dalí para rodar Un chien andalou (Un perro andaluz) en París y le presentó al grupo surrealista encabezado por André Breton. Este encuentro provoca un punto de inflexión en la trayectoria del artista, que encuentra en esta corriente grandes posibilidades de afirmación y exploración del mundo irracional y del subconsciente. En 1930, año en el que está fechado el lienzo, Dalí publica en la revista Le Surréalisme au Service de la Révolution un extenso poema-manifiesto titulado L'Âne Pourri (El Asno Podrido) en el que expone su método paranoico y crítico.
En esta obra se puede observar que el fondo remite a los paisajes ampurdaneses tan recurrentes en sus piezas. Una arquitectura desarrollada con perspectiva vertiginosa se apropia del lienzo y, muy al estilo de la pintura de De Chirico, da un aire fantasmal a la composición. El uso que Dalí hace de la perspectiva matiza los efectos de profundidad y de modelado mediante un juego muy sutil de la luz.
En primer plano aparece una mujer sujeta a una columna. Su piel blanquecina y su cuerpo son sugerentes. Lleva el pelo suelto, pelirrojo, pintado a la manera prerrafaelita. Su pubis está pintado en forma de llama y de su vientre brotan rosas ensangrentadas que chorrean hacia sus piernas. Responde a la descripción de la Gradiva de Jensen, relato en el que los surrealistas se habrían inspirado en muchas ocasiones y sobre el que, a su vez, Sigmund Freud había escrito algún ensayo. A la derecha de la mujer aparece una sombra o espectro. Todo en esta obra nos transporta a un mundo onírico en donde Dalí se mueve intentando canalizar sus miedos infantiles y, sobre todo, sus tabúes y sus fobias sexuales, respondiendo a un planteamiento de la realidad como algo trascendental en sus formas visibles. La precisión en el dibujo, el tratamiento del color y el marcado carácter clasicista son algunas de las características de los lienzos de esta época. Esta obra puede ponerse en relación con otro de sus escritos, titulado La Vida Secreta, en donde Dalí describe la actitud erótico-criminal que encontramos en otros surrealistas como Espinosa.