El título de este lienzo es doblemente expresivo ya que no hace alusión solamente a los eventos sociales nocturnos que sometidos a un estricto ceremonial se convierten en mortalmente aburridos, haciendo un guiño a las costumbres de protocolo francesas como paradigma de las costumbres cortesanas. La composición del cuadro ilustra el epígrafe del título al incluir a seis personajes estáticos y engalanados de manera pomposa, situados a modo de friso entre dos soportes que sirven de peana a dos esculturas, lo que pudiera evocar un interior palaciego que espacialmente se acota en el fondo.
Subyace en la obra la referencia a las costumbres sociales del Barroco y su marcada influencia francesa como origen de unas normas de conducta que serán aceptadas por la mayoría de los países europeos, a través de un estricto ceremonial frecuentemente dilatado y tedioso.
La disposición que adoptan en esta obra las figuras se ajusta perfectamente a la narración y a las preferencias habituales del pintor, ya que según expresó en alguna ocasión «...son tan estáticas como pudieran serlo un puente. A mí la solemnidad y la ceremonia me parecen inventos extraordinarios. Son elementos que contribuyen a dignificar la vida humana. En los pueblos primitivos, las ceremonias son su exaltación de lo que ellos hacen y de aquello en lo que creen. Nosotros los surrealistas siempre hemos tenido delante a los pueblos primitivos. [...] En mi caso particular, la antropología está en toda mi obra. [...] No es que yo haya pintado una ceremonia, sino que ellos mismos son... elementos de su propia ceremonia. Eso es. A ello contribuye posiblemente el estatismo de las figuras».
La intención en esta pintura está cargada de ironía y humor al contraponer la sofisticación de las ceremonias cortesanas europeas -mortalmente aburridas, según el título- con aquellas otras más lúdicas y primitivas que los surrealistas adoptan como modelo y que Eugenio Granell tiene presente no sólo en su obra plástica sino también en su colección antropológica que ha ido adquiriendo a lo largo de toda su vida.
Desde el punto de vista formal se trata de una composición en la que se alcanza el mayor grado de cromatismo como corresponde a las obras de la década de los años ochenta y en la que también está presente el acusado sentido escenográfico del pintor, al presentar a las figuras isocefálicas situadas en un mismo plano simulando el saludo de los actores en el momento final de una actuación teatral, rito sin duda también de alto valor ceremonial en nuestras convenciones sociales
Antonio Garrido Moreno