Las obras de García-Gesto, parten siempre de una minuciosa elaboración y preparación del fondo del cuadro. Éste es el centro de atención, lo más importante y en lo que más se detiene a la hora de crear. En primer lugar realiza una selección de los materiales, embadurnando la superficie plana del lienzo e introduciendo elementos poco habituales, como látex, sedimentos o pigmentos con los que experimenta, conformando así el alma de la composición. Sobre este fondo, rugoso y lleno de protuberancias, se asientan los distintos materiales y, en este caso la figura femenina. El componente femenino introduce un toque de elegancia, encarnado por una mujer anónima que aparece sentada, con las piernas cruzadas y sosteniendo un cigarrillo en una de sus manos. La mujer se apoya en lo que podría ser la barra de un bar, donde se aprecian unas copas, una taza y una botella. Todos estos elementos circunstanciales son una mínima parte de un universo infinito e ilimitado creado por el propio artista, del que se desprende un aire de soledad. Los elementos dibujados a base de trazos esquemáticos, muy simples y de color negro, se destacan sobre ese fondo texturado compuesto por tonos azules y grises metalizados, y por los ocres y verdosos. Las formas se asientan suavemente sobre el fondo, como si se posaran en él, y ambos acaban por fundirse alcanzando una completa simbiosis.