El artista bebe de los modelos utilizados por el realismo, que conoció a partir de las tertulias del Pazo de Meirás, propiedad de Emilia Pardo Bazán. En este dibujo, Lloréns representa una escena íntima de una mujer. La modelo, adormilada y pensativa, se recoge en un semiescorzo expresivo. A su vez, el acercamiento a temas de carácter cotidiano, viene marcado por su estancia en los Países del Norte, en la temporada que vive pensionado por la Academia de Roma, y el contacto con los retratos de corte costumbrista de la pintura realista holandesa.
Se trata de un apunte donde se para a detallar el rostro y el cabello. Como es habitual en sus dibujos, la figura está claramente delimitada por la línea del contorno, mientras el volumen y el tratamiento de la luz son sumarios, reduciéndose a una sucesión de ligeras líneas paraleles hechas a lápiz. Sintetiza la expresión entroncándola con la técnica de la inexactitud del trazo que en su momento había empleado Velázquez. El acercamiento a la figura humana es más escaso que el interés que mostró por la Naturaleza. Conforme fue evolucionando como artista, Lloréns se decantó por el tema del paisaje, abandonando la representación de la figura humana más allá de los retratos que realizaba para encargos oficiales. El interés que muestra en sus comienzos por la intimidad cotidiana, es una herencia de Sorolla, su maestro, más preocupado por eternizar los momentos privados que por captar la fugacidad del instante, como habían hecho los impresionistas, con los que sin embargo comparten la importancia dada a la luz y la modernidad de los encuadres.