En esta obra, Grandío parte de un tema costumbrista, tomado de las fórmulas neo-románticas recuperadas por la generación del 98, pero adaptándolo a su estética personal, basada en la simplificación y el anhelo de esencialidad. El personaje, es retratado como un volumen plástico contorneado por una línea, que trasluce la trama del lienzo. La gama cromática entronca con el realismo. El color gris baña la obra, con matices verdosos en la mesa, y tonos ocres que animan la figura. Destaca la explosión de color amarillo puro con el que enfatiza la copa y la inclusión de una palabra descriptiva: "vino" al más puro estilo cubista. Emplea una textura grumosa, explotando su capacidad expresiva, para destacar el plato de ostras que reposa sobre la mesa, mientras para la figura, desdibujada hasta los límites de la abstracción, reserva una pincelada más lamida. Como es habitual es Grandío, el espacio está tratado de manera bidimensional, neutralizando el fondo con en un color gris, matizado exclusivamente por la incidencia de la luz cenital. En este caso, las tonalidades y la factura de la obra se ponen al servicio del subjetivismo, traduciendo un estado anímico.