Tríptico en el que Quessada experimenta con diversos lenguajes informalistas. Concentraciones matéricas, trazos sígnicos y gestuales, son encerrados en formas geométricas regulares. El cuadro concentra diversas ideas, conceptos y simbolismos. La obra se divide en tres tablas. La izquierda se subdivide en tres partes, la parte inferior, donde aparece la imagen de un cuadrado flotando en el espacio, la tabla central, más cargada de elementos, con la superficie llena de rayazos y grafismos, dentro del fondo blanco en el que el autor experimenta con distintas texturas, y la derecha, subdividida verticalmente en dos, con un trato mínimo. Se aprecia un tratamiento del lienzo de clara influencia informalista, pero con un resultado más limpio, dado que la agresión al soporte es menor. El minimalismo con el que es tratada esta abstracción, contrasta con la obra figurativa, llena de detalles. A comienzos de los años 80, el artista tiene una época en la que dedicará buena parte de su obra a la abstracción. Esta tendencia forma aparte de un proceso lógico, dado que el artista había ya utilizado formas geométricas puras en anteriores cuadros, además de someter la figuración hasta casi no reconocer las formas. Quessada, prescinde de todo su saber como dibujante para centrarse en la elaboración de las texturas, con una calidad matérica o gestual. También su paleta se enfría, oponiendo a la monocromía el torbellino de colores de su obra figurativa.