En este cuadro Bóveda nos representa una maternidad, la madre, de perfiles redondeados y contornos voluminosos, sostiene a su bebé en brazos con un gesto de protección. La expresión de su cara nos transmite una sensación de tristeza, acrecentada por la cabeza ladeada, la mirada perdida y los tonos sombríos de su tez.
La luminosidad del manto que cubre al niño destaca entre la oscuridad del resto de la composición, llamando la atención del espectador hacia el centro de la pintura. Hay dos diagonales que se cruzan en aspa: la formada por la figura de la madre, un poco inclinada hacia la izquierda, y la del niño, perpendicular a ésta.
La iconografía no aporta nada nuevo al tema de la maternidad, aunque la mujer si parece un arquetipo de la figura tradicional de la madre gallega. En la obra hay claras influencias de los pintores renovadores como Laxeiro y Colmeiro. Siguiendo su personal estilo utiliza colores terrosos, que mancha con el negro, marcando la pincelada, gruesa y de gran densidad. Las figuras están delimitadas por una línea de contorno negra muy marcada, evitando que el dibujo desaparezca bajo el color.