A pesar de considerarse pintor, en esta obra Villalba parte de la fotografía para capturar aquellas imágenes que surgen ante él de forma espontánea y que, de alguna manera, despiertan en su interior un sentimiento o, simplemente, le resultan sugerentes. Su intención es impactar visualmente, por eso comienza trabajando en blanco y negro, creando obras de gran formato y empleando personajes límite. De este modo, aparecen los que Villalba denominó Juguetes patológicos para adultos, «rígidas piltrafas, dolientes o serenas en la ambigüedad de la levitación o la horca» y, ante todo, emblemas cargados de misticismo.
El artista manipula las fotografías, transformándolas mediante el empleo de pintura o veladuras, que aumentan su componente poético a la vez que enfatizan su propio contenido. Místico es uno de estos «juguetes» con los que Villalba llama la atención del espectador sobre personajes y situaciones que nos rodean, despertando la conciencia social y reclamando un compromiso. Estas imágenes le otorgaron un temprano reconocimiento internacional tras su paso por la Bienal de Venecia de 1970 y el premio obtenido en la Bienal de São Paulo.