Retrato sedente de una mujer que parece pertenecer a la burguesía mexicana. La fama de Souto como retratista se extendió rápidamente, recibiendo un gran número de encargos. La retratada aparece sentada sobre un sillón, del que sobresalen unos cojines de colores cálidos que contrastan con el sillón, tapizado en un verde esmeralda. Este verde, contrasta violentamente con el rojo vivo del fondo y la vestimenta de la modelo. En el cuello lleva un pañuelo de tono azul, que le enmarca el rostro con la ayuda de la melena suelta y oscura matizada en brillos caobas. La composición se caracteriza por el predominio de los tonos rojos, que articular los demás colores. En la realización del rostro, sigue los mismo pasos que en los dibujos, silueteándolo con un trazo fino, y matizando las carnaciones para conferirles volumen. La descripción de la figura es intencionadamente tosca en la desproporción de los brazos y las manos, así como en el volumen del cuerpo respecto a la cabeza, tratando enfatizar la expresividad de la figura. La manera de construir los personajes con una pincelada constructiva, y la utilización violenta del contrastante de los tonos, se la debe a Cezanne y a Matisse, dos de sus artistas más admirado. Asimismo, y tras varios años en México, Souto acaba por asimilar los colores que pueblan el arte, la vida y la naturaleza del país.