Posiblemente se trate de una de las obras más sintéticas de las realizadas por Nóvoa, reducida a una superficie monocroma de estricto color negro, únicamente animada por los matices de luz derivados del relieve oblicuo. En ella, el artista ha desaparecido totalmente, así como cualquier rasgo de expresión y sentimiento. El resultado es un pintura pura, formada a partir de la autonomía de los elementos que la componen. La presencia del autor queda únicamente implícita en la selección de los componentes de la obra, donde no hay subjetividad, sólo pintura.