La pintura de Laxeiro se ha asociado en distintas ocasiones a la llamada "estética del granito" por un tipo de representación tosca que recuerda al románico galaico. Buen ejemplo de esta variante formal es el modo empleado para pintar a los protagonistas del cuadro, de volúmenes contundentes y rudas facciones. Éstos aparecen recogiendo flores de un árbol y depositándolas en un mantón de tonos rojizos. Los colores se difuminan, y destacan los tonos claros, que contrastan con los colores terrosos que utilizará a lo largo de toda su producción artística.