O martirio do boneco Ramón

O martirio do moneco Ramón (1966) pertenece a la producción bonaerense de finales de los sesenta. Esto años se caracterizan por la apertura de Laxeiro a diversas experiencias como la pintura del Picasso de los años treinta, del grupo COBRA, el expresionismo abstracto, las experiencias informalistas de El Paso, o la neofiguración . Así, podríamos relacionarlo con los artistas antropocéntricos, que parten de una realidad tangible para luego descomponerla progresivamente y trascenderla. Nos referimos a autores como Dubuffet, Bacon, De Kooning, Millares o Saura. Desde este momento, la obra de Laxeiro, reivindica su lugar en las corrientes innovadoras, y como parte activa del movimiento creativo de entonces.

  • Laxeiro (José Otero Abeledo)
  • 1966
  • Pintura
  • Óleo sobre lienzo
  • 496
  • 201 x 150,5 cm
  • Colección de Arte ABANCA

Laxeiro pertenece a la generación de artistas nacidos a principios del siglo veinte denominada "Os Novos", por sus precursores. Ya en su madurez, en el año 1951, participa en una exposición con destino al Centro Galego de Buenos Aires, donde permanece y  establece su residencia hasta el año 1970. O martirio do moneco Ramón (1966) pertenece a la producción bonaerense de finales de los sesenta. Esto años se caracterizan por la apertura de Laxeiro a diversas experiencias como la pintura del Picasso de los años treinta, del grupo COBRA, el expresionismo abstracto, las experiencias informalistas de El Paso, o la neofiguración . Así, podríamos relacionarlo con los artistas antropocéntricos, que parten de una realidad tangible para luego descomponerla progresivamente y trascenderla. Nos referimos a autores como Dubuffet, Bacon, De Kooning, Millares o Saura.  Desde este momento, la obra de Laxeiro, reivindica su lugar en las corrientes innovadoras, y como parte activa del movimiento creativo de entonces. 


    Dentro de la producción de estos años,  diferencia entre una pintura más abstracta, desprendida de la herencia pictórica figurativa, y otra que entronca con su experiencia pasada, basada en la tradición de la "España negra"(Goya, Solana, etc.) y en el expresionismo, aunque caracterizada por el automatismo del gesto pictórico. Este cuadro pertenece a la primera categoría. De los recursos anteriores, pierde las formas volumétricas y rugosas, pero continúa con la concepción medieval y moderna del espacio y las formas, como recurso simbólico y narrativo. El dibujo nace libre, creando una tensión entre lo natural y lo geométrico. Citando a Anxel Johan "(...) se ubica en la más distorsionada de las figuraciones, sometida a un ritmo desenfrenado de gestos que tendrá sus resultados más radicales a partir de los años 50".


    Esta obra, es una versión personal de la temática e iconografía hagiográfica del martirio. Alrededor de la figura central, destacada en tamaño, rota una maraña de personajes en descomposición. Un enorme muñeco crucificado, alumbra a un ser semejante y remite, formalmente, a las representaciones de los condenados de los Juicios Finales del medievo. A su lado, una figura que se podría relacionar con un cargo religioso, por la cruz que se dibuja en su túnica, recita un libro. Frente a él, otro ser porta un ramo. En el cielo una corte de ángeles deformados ofrecen flores. Se trata de una composición dinámica del espacio, que gira en torno al núcleo central. Sobre un fondo uniforme gris, superpone masas de color, más o menos naturales, generadas a partir de una brocha de gran tamaño, que enfatiza el gesto pictórico. Se cree que, el haber tenido acceso a diferentes expresiones artísticas, como el diseño de escenografías o vidrieras, durante su periodo de formación, pudo agudizar ciertas peculiaridades de sus cuadros, como el trazo grueso que remarca las figuras o el horror vacui que se expande por el lienzo. El cromatismo, aparece dominado por las gamas de color frías, contrastadas con pequeños toques de colores cálidos, pero con un dominio del dibujo en negro. Como herencia del informalismo y del expresionismo abstracto americano, incorpora las "imperfecciones" del oficio de pintar, con la conservación del goteo del óleo en el centro de la composición.

    Una vez más, Laxeiro reinterpreta un tema común a partir de su mundo mágico y profundamente crítico. Este cuadro tuvo un valor especial para el artista, que no se desprendió de él hasta muy avanzada su vejez, para poder conservarlo en condiciones óptimas garantizar su pervivencia en buen estado.