Paisaje

1897

En sus paisajes, Murguía trata de captar la luz verdadera, el color real, y su esencia, y aunque casi siempre lo consigue, sus obras están cargadas de un sentimiento y de un lirismo más propios de un romántico que de un pintor realista.

  • 1897
  • Pintura
  • Óleo sobre lienzo
  • 455
  • 72 x 57 cm
  • Colección de Arte ABANCA

El paisaje fue uno de los temas favoritos, y más recurrentes, de la corta trayectoria artística de Ovidio Murguía, siendo conocido fundamentalmente como pintor paisajista. A pesar de pintar durante un corto periodo de tiempo, distinguimos en su obra tres etapas diferentes, que se corresponden con sus estancias en Santiago, A Coruña y Madrid. Parece que esta obra, pudiera pertenecer a sus últimos años coruñeses, o a su comienzos en la capital. En sus paisajes, Murguía trata de captar la luz verdadera, el color real, y su esencia, y aunque casi siempre lo consigue, sus obras están cargadas de un sentimiento y de un lirismo más propios de un romántico que de un pintor realista.

Este lienzo es un buen ejemplo de la influencia romántica, más patente en el segundo plano donde un punte romano preside una visión invernal de árboles desnudos entre los que se recortan las siluetas de una villa a la hora del crepúsculo. La hora del día y la estación escogidas, son claro ejemplo del gusto por la subjetividad y el sentimentalismo romántico, respondiendo a la tópica asociación del estado anímico con las estaciones del año y el momento del día. El río serpenteante, con el que da profundidad a la obra, los cielos plomizos y la composición, están todavía en la línea estética de Barbizon. El color, por su parte, se inspira en artistas como Claudio de Lorena, del que toma la gama de pardos, que poco a poco irá transformando en verdes, o en Velázquez, al que copia los grises violáceos. La melancolía, la belleza, y el gran lirismo heredados de la obra de su madre, son traducidos a imágenes con una sensibilidad y un romanticismo desbordante.