Dibujo perteneciente al conjunto de obras realizadas durante su viaje a la ciudad de Brujas, donde permanece aproximadamente un año y que abandona debido a problemas anímicos y de salud. La ciudad flamenca era un habitual punto de acogida de futuros aristas, que acudían allí con el fin de afianzar sus conocimientos. Dos son los ingredientes de esta zona que interesan a Lloréns: la arquitectura y la atmósfera. Al pintoresquismo de los rincones medievales de la ciudad, se unía la presencia del agua, que la surca en canales, y un clima húmedo de cielos nubosos y cambiantes que proporcionan una luminosidad clara al ambiente. En este ejemplo, el artista copia un pequeño elemento arquitectónico. Se trata de un boceto poco trabajado pero de gran frescura, donde reproduce de forma espontánea un componente de su cotidianidad. Su interés y belleza radica en su sencillez. Frente a bocetos más trabajados, éste se caracteriza por su monocromía, animada por las distintas intensidades de color que crean luces y sombras, y con las que configura el volumen. El quiosco es el protagonista del dibujo, caracterizado por la indefinición espacial.