Una de las características del autor, es la ausencia de figuras humanas en sus obras. En esta serie de pinturas realizadas para el Café Moderno de Pontevedra, tampoco representa más vida que la de la propia naturaleza, hecho por el cual fue duramente criticado en su época. Pintos Fonseca, nos presenta esta obra como una composición escenográfica, de perspectiva teatral. La representación de los árboles del primer término, ayudan a reforzar este efecto, ya que las formas de los troncos son totalmente ficticias, adquiriendo un cierto antropomorfismo, como si se tratase de un bosque animado. El muro que flanquea el arco del pórtico, actúa como fondo-telón, haciendo un pequeño ejercicio de perspectiva sólo a través del arco, que permite descubrir, en la lejanía, una pequeña iglesia.