Preparativos para un gran experimento

¿Qué es lo que nos dice de sí mismo el artista trágico? ¿No nos muestra precisamente un estado de ánimo carente de miedo frente a lo terrible y problemático? Ese estado constituye en sí mismo una aspiración elevada; quien lo conoce le tributa los máximos honores; lo transmite, tiene que transmitirlo si es que se trata de un artista». Nietzsche, F., El ocaso de los ídolos.

  • Juan Barjola
  • 1971
  • Pintura
  • Óleo sobre lienzo
  • 662
  • 170 x 200 cm
  • Colección de Arte ABANCA

 

¿Qué es lo que nos dice de sí mismo el artista trágico? ¿No nos muestra precisamente un estado de ánimo carente de miedo frente a lo terrible y problemático? Ese estado constituye en sí mismo una aspiración elevada; quien lo conoce le tributa los máximos honores; lo transmite, tiene que transmitirlo si es que se trata de un artista". Nietzsche, F., El ocaso de los ídolos.

 

Esta pintura pertenece a la producción de Barjola de la década de los setenta. En esta etapa crea las obras a partir de espacios oníricos, alucinados, donde los ambientes sórdidos y violentos se traslucen en el uso de tintas planas de tonos fuertes que le acercan a cierta estética pop. Coincidente, en cronología, es el cuadro cuyo título confirma esta tendencia crítica Momento erótico / Mundo sórdido (1972).

 

La obra que nos ocupa medita sobre el problema carcelario. Tema recurrente en una época de represiones y de movimientos revolucionarios en la que, por ejemplo, en EE.UU. realizan experimentos antropológicos muy crueles para determinar la efectividad de estos lugares y su repercusión en la naturaleza humana1. El artista da vida a una realidad llena de significación crítica hacia el momento histórico que le rodea: "se aparta de las perfecciones de la idealización para mostrarse un mundo imperfecto, amenazado constantemente por la distorsión y la degradación que rompen la armonía de las cosas". Sin embargo conduce "(...) su expresión hasta una especie de brutalidad donde no hay ninguna concesión a la dulzura, pronuncia el sentir de un planeta deshumanizado, el arduo esfuerzo de la supervivencia incluso en las situaciones de reposo"2. Unifica en el cuadro el lugar del juicio con el de la cárcel y el cadalso, convirtiendo la imagen en un elemento de fuerte carga simbólica. La obra se construye a partir de un plano medio del individuo yuxtapuesto a una perspectiva forzada que crea un espacio claustrofóbico. Todo ello se encuentra reforzado por colores terrosos y anaranjados, azules fríos y sombras marrones. La factura es minuciosa, pero de forma rápida. Los rasgos de los individuos aparecen deformados, remarcando lo siniestro del episodio.

 

Barjola se impulsa en la preocupación contemporánea sobre la debilidad de las personas para enfrentarse a su propia vida, en la falta de libertad y la ruptura del concepto de unidad que habían propugnado los poderes fácticos. Proyecta en sus pinturas el miedo como categoría existencial. Representa el desequilibrio generado por el contexto y, compartiendo inquietudes con artistas como Francis Bacon, lo traslada al proceso creativo y comenta: "una de las cosas que siempre he intentado descubrir es por qué, si la imagen que deseas se forma irracionalmente, parece acceder al sistema nervioso con mucha más fuerza que cuando sabes cómo hacerla. ¿Por qué puedes conseguir que la realidad tenga así una aparición más intensa que si lo haces racionalmente"3.

 

Este tipo de obras enlaza con toda la tradición de la "pintura negra" española tan característica de pintores como Goya, Solana, Saura o Picasso, cuya principal preocupación fue la inmersión en la parte oscura de la realidad enfatizando las injusticias de las que eran víctimas los ciudadanos. Su realización coincide en el tiempo con las últimas ejecuciones firmadas por el dictador Franco y ratificadas por los ministros del Gobierno. Supone una crítica aguda a la situación insostenible de falta de democracia y peligro personal.