Esta obra realizada en 1934 pertenece a un importante y prolífico periodo en la vida de Picasso, coincidente con su relación con Marie-Thêrese Walter, con quien tendría una hija.
Esta obra realizada en 1934 pertenece a un importante y prolífico periodo en la vida de Picasso, coincidente con su relación con Marie-Thêrese Walter, con quien tendría una hija.
Esta obra realizada en 1934 pertenece a un importante y prolífico periodo en la vida de Picasso, coincidente con su relación con Marie-Thêrese Walter, con quien tendría una hija. Este amor y su vuelta a la escultura propiciaron una etapa de gran creatividad.
La figura retratada se sitúa delante de una ventana, delimitada en su forma oval por una línea roja que deja entrever el cielo azul, en contraste con el fondo rosa de la estancia. La reja de la ventana, hasta el momento inédita en su obra, nos presenta a su musa como un pájaro enjaulado, quizá como presagio del fin de su relación con Marie-Thêrese, que en 1936 fue sustituida en el corazón del artista por la fotógrafa Dora Maar.
El rostro aún presenta semejanzas con el periodo anterior, caracterizado por la distorsión que implica la colocación anárquica de elementos y la representación desde diferentes perspectivas, tal y como se aprecia en el ojo, en la frente o en la boca.
Hay un progresivo abandono de las deformaciones geométricas exageradas y surrealistas de los años veinte, y un palpable interés por llenar sus obras de motivos arabescos de amplias y armoniosas curvas. Así, los pechos de la figura están realizados como torbellinos de rosa y amarillo, mientras que el pelo rubio se extiende y se mezcla con una banda de rosa y blanco. El resultado es una composición llena de energía y dinamismo, donde predomina la gama de colores primarios.