Lienzo presentado en la exposición realizada en el Ayuntamiento de A Coruña a mediados de la década de los cincuenta bajo el título de El pastor músico, es una de las pocas obras representadas del género de composición con figuras, ya que la mayor parte de ellas eran paisajes catalanes. No es la primera vez que Juan Luis elige en su pintura un tema pastoril y dentro de él la imagen de un adolescente flautista, ya lo había hecho en lienzos tan tempranos como Florisel y Escena pastoril.
Estilísticamente pertenece al período comprendido entre 1944 y 1962, definido acertadamente por José Manuel Lópeza Vázquez como de «la llamada al orden», en el que el pintor reside en Barcelona donde desarrolla su cátedra en la Escuela de Bellas Artes de San Jorge. En estos años Juan Luis se acomodará a la nueva estética que se implanta en España, suprimiendo aquellos rasgos formales que aproximaban su obra de la segunda mitad de los años veinte y la década de los años treinta a la estética de la primera vanguardia europea que se reflejaba en lienzos como Rendeiros y No mercado. En Rapaz con ovellas se suprime la acusada preferencia por la línea, la claridad compositiva, el decorativismo y la particular volumetría con la que conseguía un marcado efecto monumental en sus figuras. Por el contrario el pintor opta por un mayor naturalismo basado en una pincelada definida y pastosa que difumina los accidentes el paisaje, mientras que acentúa los contornos de los motivos del primer término con recursos postimpresionistas tales como la pincelada inclinada y paralela utilizada para crear las sombras en la figura del pastor, emulando la técnica de Paul Cézanne.
También es característico de este período la reducción de los acentos regionales, consiguiendo así una mayor universalidad en unas escenas que difícilmente pueden enmarcarse en una geografía concreta debido a la falta de rasgos diferenciales del vestuario. Esta universalidad ayudará indudablemente a la aceptación de sus cuadros en sociedades tan distintas como la gallega y la catalana. Sin embargo la factura se convierte a partir de estos años en una cuestión de oficio, llegando «a ser amaneirada [...] buscando mil calidades de texturas e de gammas, pero quedando reducida ó carácter de simple xogo de artificio», como acertadamente ha manifestado el profesor López Vázquez.