Dentro del ámbito del realismo, los principios estéticos de Rogelio Puente enlazan con el simbolismo europeo y con el modernismo, siempre buscando, aún a pesar del tiempo transcurrido, unas constantes identificativas que le llevan a la recreación de ambientes bañados por la nostalgia y a la evocación proustiana de lo vivido.
A lo largo de toda su producción pictórica la figura humana aparece en la obra de Rogelio Puente como elemento principal; la figura evocadora es generalmente más que una mera presencia para convertirse en el eje principal del recuerdo y de la memoria del pintor.
Los escasos retratos que realiza a lo largo de su vida son generalmente de personas de su entorno, amigos o familiares, nunca desconocidos.
Todo ello viene a determinar un hecho que es constante en su personalidad creativa: la construcción de una pintura en la que los elementos configurados forman parte de su universo temático, perteneciendo en lo fundamental a su mundo afectivo. El pintor jamás introduce en su obra nada que le resulte ajeno o que le suponga un rechazo, hecho que explica la cuidada selección en esa parte de su trayectoria creativa.
La calidad técnica, el conocimiento de los maestros clásicos, junto al minucioso ejercicio que el pintor lleva a cabo sobre la realidad y el espejismo que ésta ofrece como cuestión para expresar la libertad con toda precisión, confluyen de un modo definitivo en los retratos que Rogelio Puente ha construido.
El retrato de José Luis Amor, muestra una vez más, dentro del alto grado de recursos técnicos empleados, una elevada densidad emotiva que se debate entre la objetividad real y la distancia intencionada a esa presencia, resultado a la vez de la especial mirada evocadora del pintor.
Pilar Corredoira