El retratado es un niño llamado Javier, hijo de Luciano Rey Romero y Consuelo Aldaz. Se trata de un retrato realizado por encargo, ya que por aquel entonces Díaz Pardo realizaba este tipo trabajos para poder sacar algo de dinero. Representado al estilo de los “señoritos”, porta en su mano una fusta de caballo como un atributo que lo identifica como miembro de una familia aburguesada. El fondo es neutro y plano, de gran oscuridad, aunque la zona más próxima al niño tiene una mayor luminosidad, quizás con la intención de generar espacio. La oficialidad del retrato se percibe en el distanciamiento del artista respecto al joven, situado axialmente en el centro del cuadro. La factura es más comedida, en base a una pincelada menuda, ligera y apenas perceptible. Como es habitual en sus retratos, concentra la expresividad en el rostro, destacando la mirada. Hasta el momento de la adquisición por la Fundación Caixa Galicia, este lienzo se hallaba en las oficinas del Teatro Colón de A Coruña.