Esta obra es un retrato sedente de su hija mayor, Eva, representada en tres cuartos, ante un paisaje marino. Posiblemente realizado durante sus vacaciones estivales en Galicia, la luz se concentra en la figura de la joven, mientras que el paisaje presenta una atmósfera densa y gris. Frente a la técnica suelta empleada para el fondo, el retrato se realiza con minuciosidad y cuidado, y con una pincelada más precisa y menos matérica. Destaca el empleo de los blancos, muy del gusto impresionista, pues este color permite captar gran variedad de matices lumínicos, reflejados con irisaciones de distintas tonalidades.