Esta obra pertenece a la serie Rincones del bosque, dividiéndose en cuatro escenas que fusionan e interrelacionan formas y planos. Julio Sanjurjo, intenta captar los mensajes que le transmite la naturaleza, plasmándolos a través de sus pinturas, condicionadas por el entorno en el que desarrolla su actividad artística, siempre en un medio natural, en este caso el bosque. Característico de esta serie es el uso del azul para la casi totalidad de la composición, empleando distintas tonalidades de este color. Únicamente en la escena central, introduce marrón y amarillo en reducidas proporciones. En las dos franjas exteriores, aparece representado un tronco de árbol grueso, del que van saliendo ramas, a medida que avanza en altura.
En la escena principal, situada en el centro, reproduce un tallo con hojas. Es aquí donde utiliza nuevos colores, de apariencia plana, para destacarla en importancia, incidiendo en su carácter otoñal mediante el cromatismo escogido. La franja situada a la derecha de la anterior, está poblada por unos árboles de troncos y ramas muy finos, sin hojas. A pesar de tratarse de formatos apaisados, destaca la marcada verticalidad de la composición, determinada tanto por los elementos representados, como por la división vertical en franjas. Sanjurjo somete la pintura a la línea de dibujo, jugando con una textura áspera, y ayudado por una pincelada densa y marcada.